Si muchos de ustedes viven con un gato se habrán dado cuenta de que muchas veces la casa parece totalmente de su propiedad y tu eres un mero invitado en ella. El gato es un animal independiente, inteligente y sobretodo, misterioso.
Muchos de los escritores han sentido un flechazo en los gatos por su carácter solitario, se podría decir que muchos escritores admiran la capacidad del gato de hacer lo que quiera con quien quiera.
En este caso que nos centramos en un autor en concreto; en Baudelaire, los gatos son recurrentes; tres poemas les dedica en Las Flores del Mal y múltiples menciones en el resto de su obra. Amigo de noctámbulos, aliados a recuerdos, símbolos de libertades perdidas, los gatos de Baudelaire van a la cabeza.
En la época de Baudelaire se veía a los gatos como seres ligados a la muerte. Incluso esto se creía en siglos atrás.
Pero también, entre los antiguos egipcios el gato era sagrado, al punto de que a veces se momificaba a los gatos con sus ratones, se llevaba luto cortándose las cejas cuando un gato moría, y se sentenciaba a muerte a quien osara matar a uno de esos tiernos y afelpados seres sagrados.
Posteriormente, en la Edad Media quemaron miles de gatos porque creían que eran mascotas de las brujas, lo cual ciertamente pudo ser posible pero eso no convertía al gato en el “animal diabólico” que la gente creía que era.
Ahora, y más allá de las creencias, el gato realmente parece poseer un cierto sentido. Por eso, se cree que, cuando un gato se eriza mirando a un punto fijo donde no hay nada, es porque está viendo un fantasma o quizá un demonio (si su reacción es muy fuerte). Pero algo sumamente inquietante es la capacidad que se les adjudica de predecir la muerte.
Aunque esto último para mi tiene poco de credibilidad.
En cuanto a estos animalitos dulces y tiernos, yo no les escribiré poemas como Baudelaire, simplemente me limitaré a acariciarles y a quererles por lo que pueda pasar...
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